El 31 de octubre de 2009, en el Estadio Olímpico de Tokio, se jugó un partido al más alto nivel mundial entre los All Blacks de Nueva Zelanda y los Wallabies de Australia, como partido periódico entre estos dos equipos. Había cierta preocupación por si iban a comprar entradas tan caras a 20,000 yenes para asientos especiales.
A esa Copa Bledisloe acudieron 45,000 personas como espectadores. Había gente que decía: “Es un precio muy barato si tenemos en cuenta lo que costaría ir a verlo al extranjero”. Además de la alegría que me dio el haber podido organizar este partido en Japón, el apoyo de los aficionados al rugby me generó una felicidad y confianza que nunca antes había sentido. Nueva Zelanda conquistó la copa tras derrotar a Australia por 32 – 19. El enfrentamiento entre los considerados mejores aperturas del mundo, Dan Carter de Nueva Zelanda y Matt Giteau de Australia, permitió a muchos aficionados japoneses el ser testigos de un verdadero, extraordinario y magnífico duelo.
A esa Copa Bledisloe acudieron 45,000 personas como espectadores. Había gente que decía: “Es un precio muy barato si tenemos en cuenta lo que costaría ir a verlo al extranjero”. Además de la alegría que me dio el haber podido organizar este partido en Japón, el apoyo de los aficionados al rugby me generó una felicidad y confianza que nunca antes había sentido. Nueva Zelanda conquistó la copa tras derrotar a Australia por 32 – 19. El enfrentamiento entre los considerados mejores aperturas del mundo, Dan Carter de Nueva Zelanda y Matt Giteau de Australia, permitió a muchos aficionados japoneses el ser testigos de un verdadero, extraordinario y magnífico duelo.